Sentirse grande en un universo infinito
- Daniela Guerrero
- 22 may
- 2 Min. de lectura
Hay más razones para sentirse pequeña de las que hay para sentirse grande. Vivimos en un mundo enorme, en un universo infinito, con lo que parecería una infinidad de otros seres humanos, entre corrientes de aire, corrientes marinas, corrientes políticas y económicas, corrientes emocionales.
En un mundo como este, hacerte escuchar es nadar contracorriente.
Toda mi vida se me ha resaltado mi baja estatura, y es verdad, no soy muy alta. Quizá es por eso que he sentido siempre la necesidad de hablar más y más fuerte que todos los de mi alrededor, y mientras que ha llevado sin duda a que me meta la pata de vez en cuando, ha sido instrumental en no sentirme pequeña, en no sentir que me lleva la corriente sin mi control.
No siempre ha sido fácil, así como hay más razones para sentirse pequeña, hay aún más razones para quedarse callada. El miedo a decir lo equivocado, a ofender a los que están alrededor, a ser juzgados o descontados, a evidenciar nuestras carencias, todas son razones abrumadoras para hacernos pequeños y dejar que alguien más ocupe ese espacio.
Pero es imprescindible que nos demos cuenta de que al ceder nuestra voz, también cedemos nuestro poder.
Fue en mi adolescencia cuando por primera vez me enteré de la existencia del debate competitivo. Mis maestros me la vendieron como una oportunidad académica en la que, si me desempeñaba bien, tendría oportunidad de viajar por el mundo para competir, ¡sin mis papás! Y lo que comenzó como una búsqueda más de independencia (recordemos que a esa edad cualquier pequeña autonomía es una gran victoria), se convirtió en lo que me daría por primera vez una probada de lo que es poderse expresar sin miedo, y lo que es más, hacer que todos a tu alrededor te escuchen.
Pasé de presentar enfrente de mis compañeros a hacerlo en finales regionales de debate con una audiencia de más de 30 personas, a finales mundiales con audiencias de 50 o más, a foros y paneles internacionales de 100 o más personas. No importó que cada vez había más en juego o que la audiencia fuera cada vez mayor, gracias a años de entrenamiento la seguridad que tengo en mi voz siempre me ha sacado adelante.
Hoy sigo viviendo en un mundo inmenso y complicado, pero no me siento pequeña. Tengo la capacidad de llenar un espacio con mi voz y mi opinión sin miedo a ser percibida como débil o incapaz. No exagero cuando digo que la habilidad de comunicarme elocuentemente ha sido lo que me ha sostenido a lo largo de apuros personales y profesionales.
Es un privilegio que, a mi punto de vista, debería ser un recurso disponible para todos y todas. Con este nuevo proyecto espero acercar la oratoria pública a más personas para que en este mundo tan grande nos dejemos de sentir tan pequeños.
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